viernes, 22 de noviembre de 2013

Miedo a estar perdidos

Hay un artículo que está dando vueltas por Facebook, al menos en mi grupo etario. El artículo se llama "Miedo a Perderse Algo" y lo dejo aquí por si a alguien le interesa:

El artículo no dice nada que no se pueda saber con un poco de introspección, aunque supongo que para todos los compartidos en Facebook tiene que suponer que la gente se mira menos el ombligo de lo que yo creía (o igual es que este ombligo duele al mirarlo). El artículo habla de lo feliz que parece la gente centrándose en las redes sociales, del inmenso número de opciones que hay para elegir y de que cuando escoges un camino es difícil no echar la vista atrás ya que las otras opciones siguen presentes, ¿realmente era necesario enumerar esto? ¿Intuitivamente no somos conscientes? Debe ser que no. 

Me quedo con lo que yo he entendido de la toma de decisiones clásicas (como todo lo clásico se da igual, y puedes meter en el mismo saco que a Descartes que a Aristóteles, la filosofía da prurito y distermia): 

¿Cuál es el problema? En este artículo mezcla el comprarse un móvil nuevo con el darse quimioterapia. Hay que tener un grave problema emocional para pensar que agobia igual pensar que en tus manos está la decisión de morir o no sin saber cuál de las dos es la correcta que no tener WhatsApp. Identificar el problema no es ponerse una tarde a hacer listas, no es aquello obvio que podemos poner en la cabecera de un folio. 

¿Cuáles son las opciones? Opciones hay muchas. Casi nunca hay dos. Está incluso la opción de no decidir y dejar tiempo. Todas son válidas. Podemos meter todas las palabras que queramos, listas inmensas de pros y contras, cuadros de decisión de empresa que nos resuelvan si estamos enamorados. Nada de eso vale. Las palabras entran en resonancia, vibrando hasta perderse por completo. Y entonces brota la respuesta, de partes que desconocías. Aquí no hay justificación ni probabilidades en estudios clínicos. Aquí sólo está el sentimiento.

En el artículo, el autor menciona el tiempo que nos engloban las decisiones (las importantes por favor, si comprarte un móvil nuevo te quita espacio vital replantéate tus prioridades) y la sensación de culpabilidad después, que la otra opción sigue ahí, tan o más válida que antes. Aristóteles decía una vez tomada la decisión no mires atrás, porque ese mirar atrás sólo lleva al sufrimiento. Todas las opciones son igual de válidas y elegimos por una fuerza superior a nosotros. ¿Para qué plantearse más? ¿Por qué ponerse en un "y si..."? 

Tampoco es esto algo que se consiga proponiéndotelo como objetivo del día.


¿Por qué este miedo entonces a perderse algo? ¿Por qué comparte este artículo gente de 20 y no de 40? 

Creo sinceramente que no tenemos miedo a perdernos algo, sino pánico a estar perdidos.

Por un lado, nos consideramos plenos dueños de nuestras decisiones y nuestras consecuencias. Entonces el decidir se convierte en un acto increíblemente voluntario donde no somos conscientes de todo lo que hay en nosotros y aparece a la hora de tomar una decisión, ni de que ni creamos el espacio ni el tiempo, así que es difícil que nuestro cuadro de decisión llegue muy lejos. Pensamos que es un acto terriblemente lógico y propio cuando la realidad es que la mayoría de decisiones importantes, simplemente, se deciden solas.

Por otro lado, estamos perdidos. Dentro del mundo en el que todo es electivo y lógico, estamos vacíos de cosas que nos den realmente sentido. Cada experiencia puede suponer estar más cerca de sentir algo: irte o no de Erasmus, cambiar de trabajo, salir o no con alguien... Entonces el pánico no es ni mucho menos a cambiar de móvil, sino a no ser jamás capaz de encontrar algo que verdaderamente te llene y lo dé sentido a todo. Y mientras, te dedicas a cotillear Facebooks ajenos pensando que igual esa persona lo está sintiendo. 

El artículo en algún momento cita la frase de El Principito en la que dice que "Solo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos".  

Yo pienso que si realmente pudiéramos seguir viendo con el corazón, no podríamos estar perdidos. 




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